El 9 de agosto de 1780 un convoy británico con tropas, materiales y suministros de todo tipo, que avanzaba con destino a Norteamérica y a la India, era cazado por la flota española de Luis de Córdova. Los británicos sufrieron el mayor golpe logístico de toda su historia.
Los servicios de espionaje españoles habían obtenido una valiosa información: un gran convoy saldría desde Portsmouth hacia Norteamérica y la India. Floridablanca informó a Luis de Córdova, teniente general de la armada, para que comenzase los preparativos de la cacería.
En el verano de 1780 el convoy zarpaba escoltado por la flota del Canal, con órdenes de volver a las costas inglesas una vez que el convoy saliese de las aguas del Canal de la Mancha. El lord del Almirantazgo, John Montagu, tomó la decisión debido a los ataques del año anterior.
El convoy, compuesto por 55 buques artillados, además de la escolta, navegaba en la madrugada del 9 de agosto a 60 leguas al oeste del cabo de San Vicente, cuando una fragata española lo avistó, informando al «Santísima Trinidad», buque insignia de Córdova y el mayor de su época.
Córdova dudaba si era el convoy o la flota del Canal, pero su segundo, José de Mazarredo, lo tenía claro: los británicos no navegarían por aguas tan alejadas de la costa si no fuese porque carecían de escolta, y, en el peor de los casos, ésta no sería tan potente como la española.
A las 4 y media de la mañana los británicos descubrieron a la potente flota española cayendo sobre ellos. El comodoro Montray, jefe de la escolta inglesa, decidió poner pies en polvorosa, abandonando a su suerte al convoy de 55 buques artillados, algunos con hasta 30 cañones.
Sobre las 6 de la mañana ya se había dado caza a más de una veintena de mercantes, y el festín español continuó durante toda la mañana del día 9. Los buques británicos, una vez alcanzados, se entregaban sin oponer resistencia. Poco podían hacer. El desastre inglés era total.
El botín apresado era impresionante: 52 buques entre los que se contaban 36 fragatas, 10 bergantines y 6 paquebotes. Además se apresaron 1.350 marineros y 1.357 soldados y oficiales, junto a 286 civiles, más de 80.000 mosquetes, abundante munición y vestuario para 12 regimientos.
El valor de la carga transportada ascendía a 1.600.000 libras de la época y afectó en gran manera a la bolsa londinense. El varapalo para los intereses británicos en Norteamérica fue demoledor, debilitando irremediablemente su posición en la guerra.