Charles Fletcher Lummis, periodista, explorador e historiador nacido en 1859 en Massachussets, es seguramente uno de los pocos anglosajones que fueron capaces de rechazar las mentiras de la leyenda negra sobre la Hispanidad y esforzarse en buscar la verdad. Nacido en una familia protestante de clase alta, compartió estudios en Harvard con el futuro presidente supremacista Theodore Roosevelt. Pero abandonó los estudios para ir a buscar aventuras al lejano oeste. En 1884 logró que un periódico le financiara un viaje para conocer la california hispana, ya en manos de EEUU, a cambio de sus crónicas. Como cualquier joven estadounidense de su época Lummis consideraba que los indios eran sucios salvajes y violentos, y que “el mejor indio era el indio muerto”. Cuando se encontró en Nuevo México y California con que los indios era educados y hospitalarios, construían iglesias católicas y hablaban en español, el choque le resultó tan violento que se decidió a conocer la verdad sobre las misiones españolas, a indagar en la historia de la conquista española del nuevo mundo, y a compararla con la actuación anglosajona. Consecuencia de ese estudio es su obra “»The Spanish Pioneers» publicada en 1893”, de la que compartimos a continuación varios fragmentos.
Dice así:
No se nos ha enseñado a apreciar lo asombroso que ha sido el que una nación mereciese una parte tan grande del honor de descubrir América; y, sin embargo, cuando lo estudiamos a fondo, es en extremo sorprendente. Había un Viejo Mundo grande y civilizado: de repente se halló un Nuevo Mundo, el más importante y pasmoso descubrimiento que registran los anales de la Humanidad. Era lógico suponer que la magnitud de ese acontecimiento conmovería por igual la inteligencia de todas las naciones civilizadas, y que todas ellas se lanzarían con el mismo empeño a sacar provecho de lo mucho que entrañaba ese descubrimiento en beneficio del género humano. Pero en realidad no fue así. Hablando en general, el espíritu de empresa de toda Europa se concentró en una nación, que no era por cierto la más rica o la más fuerte.
Pero en la valerosa nación que hizo posible el descubrimiento, no faltaron héroes que llevasen a cabo la labor que con él se iniciaba. Ocurrió ese hecho un siglo antes de que los anglosajones pareciesen despertar y darse cuenta de que realmente existía un nuevo mundo; durante ese siglo la flor de España realizó maravillosos hechos.
Es preciso hacer un inciso y cortar el relato de Lummis, y recordar como ya hemos hecho en otros videos que tan tarde como en 1584, cuando hacía 80 años que los españoles habían fundado el primer hospital en América, el hospital de San Nicolas de Bari inaugurado en 1503 en La Española, ocuando hacía 50 años que los españoles habían fundado la primera universidad en 1538 en Santo Domingo, pues bien, en 1584 los ingleses fracasaban por 2 veces al intentar organizar su primera colonia en América del Norte, en Roanoke, a instancias del repugnante pirata Rayleigh, años después descabezado por su propio rey. Es preciso recordar también que el supuestamente legendario, heroico, valeroso viaje del Mayflower, el primer velero en el que los puritanos ingleses viajan al nuevo mundo, exaltado por hollywood y mito de la conciencia colectiva anglosajona sucedió… ¡¡en 1620!! 130 años después del descubrimiento, 100 años después de la conquista de Tenochtitlan, cuando ya España había fundado cerca 1000 ciudades en América, se habían fundado ya 7 universidades en américa, hacía 60 años que había cátedras de Nahuatl y Otomí en la universidad de México, y un larguísimo etcétera.
Continuamos con las palabras de Lumis:
Ella fue la única nación de Europa que no dormía. Sus exploradores, vestidos de malla, recorrieron Méjico y Perú, se apoderaron de sus incalculables riquezas e hicieron de aquellos reinos partes integrantes de España. Cortés había conquistado y estaba colonizando un país salvaje doce veces más extenso que Inglaterra, muchos años antes que la primera expedición de gente inglesa hubiese siquiera visto la costa donde iba a fundar colonias en el Nuevo Mundo, y Pizarro realizó aún más importantes obras. Ponce de León había tomado posesión en nombre de España de lo que es ahora uno de los Estados de nuestra República, una generación antes de que los sajones pisasen aquella comarca. Aquel primer viandante por la América del Norte, Alvaro Núñez Cabeza de Vaca, había hecho a pie un recorrido incomparable a través del continente, desde la Florida al Golfo de California, medio siglo antes de que nuestros antepasados sentasen la planta en nuestro país. Jamestown, la primera población inglesa en la América del Norte, no se fundó hasta 1607, y ya por entonces estaban los españoles permanentemente establecidos en la Florida y Nuevo Méjico, y eran dueños absolutos de un vasto territorio más al Sur. Habían ya descubierto, conquistado y casi colonizado la parte interior de América, desde el nordeste de Kansas hasta Buenos Aires, y desde el Atlántico al Pacífico. La mitad de los Estados Unidos, todo Méjico, Yucatán, la América Central, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Perú, Chile, Nueva Granada y además un extenso territorio, pertenecía a España cuando Inglaterra adquirió unas cuantas hectáreas de la costa de América más próxima. No hay palabras con qué expresar la enorme preponderancia de España sobre todas las demás naciones en la exploración del Nuevo Mundo. Españoles fueron los primeros que vieron y sondearon el mayor de los golfos; españoles los que descubrieron los dos ríos más caudalosos ; españoles los que por vez primera vieron el océano Pacífico; españoles los primeros que supieron que había dos continentes en América; españoles los primeros que dieron la vuelta al mundo. Eran españoles los que se abrieron camino hasta las interiores lejanas reconditeces de nuestro propio país y de las tierras que más al Sur se hallaban, y los que fundaron sus ciudades miles de millas tierra adentro, mucho antes que el primer anglosajón desembarcase en nuestro suelo.- Aquel temprano anhelo español de explorar era verdaderamente sobrehumano. Pensar que un pobre teniente español con veinte soldados atravesó un inefable desierto y contempló la más grande maravilla natural de América o del mundo—el gran Cañón del Colorado- nada menos que tres centurias antes de que lo viesen ojos norteamericanos! Y lo mismo sucedía desde el Colorado hasta el Cabo de Hornos. El heroico, intrépido y temerario Balboa realizó aquella terrible caminata a través del Istmo, y descubrió el océano Pacífico y construyó en sus playas los primeros buques que se hicieron en América, y surcó con ellos aquel mar desconocido, y ¡había muerto más de medio siglo antes de que Drake y Hawkins pusieran en él los ojos!
Cuando sepa el lector que el mejor libro de texto inglés ni siquiera menciona el nombre del primer navegante que dio la vuelta al mundo (que fué un español), ni del explorador que descubrió el Brasil (otro español), ni del que descubrió California (español también), ni los españoles que descubrieron y formaron colonias en lo que es ahora los Estados Unidos, y que se encuentran en dicho libro omisiones tan palmarias, y cien narraciones históricas tan falsas como inexcusables son las omisiones, comprenderá que ha llegado ya el tiempo de que hagamos más justicia de la que hicieron nuestros padres a un asunto que debiera ser del mayor interés para todos los verdaderos americanos. No solamente fueron los españoles los primeros conquistadores del Nuevo Mundo y sus primeros colonizadores, sino también sus primeros civilizadores. Ellos construyeron las primeras ciudades, abrieron las primeras iglesias, escuelas y universidades; montaron las primeras imprentas y publicaron los primeros libros; escribieron los primeros diccionarios, historias y geografías, y trajeron los primeros misioneros; y antes de que en, Nueva Inglaterra hubiese un verdadero periódico, ya ellos habían hecho un ensayo en ¡México¡ y en el siglo XVII.
Una de las cosas más asombrosas de los exploradores españoles—casi tan notable como la misma exploración— es el espíritu humanitario y progresivo que desde el principio hasta el fin caracterizó sus instituciones. Algunas historias que han perdurado, pintan a esa heroica nación como cruel para los indios; pero la verdad es que la conducta de España en este particular debiera avergonzarnos. La legislación española referente a los indios de todas partes era incomparablemente más extensa, más comprensiva, más sistemática, y más humanitaria que la de la Gran Bretaña, la de las colonias y la de los Estados Unidos todas juntas. Aquellos primeros maestros enseñaron la lengua española y la religión cristiana a mil indígenas por cada uno de los que nosotros aleccionamos en idioma y religión. Ha habido en América escuelas españolas para indios desde el año 1524. Allá por 1575—casi un siglo antes de que hubiese una imprenta en la América inglesa—se habían impreso en la ciudad de Méjico muchos libros en doce diferentes dialectos indios, siendo así que en nuestra historia sólo podemos presentar la Biblia india de John Eliot; y tres universidades españolas tenían casi un siglo de existencia cuando se fundó la de Harvard. Sorprende por el número la proporción de hombres educados en colegios que había entre los exploradores; la inteligencia ,y el heroísmo corrían parejas en los comienzos de colonización del Nuevo Mundo.